domingo, 6 de mayo de 2018

REFLEXIÓN
El rico y Lázaro – Lucas 16:19-31

Los fariseos consideraban la prosperidad como una prueba de rectitud. Jesús capta su atención con esta historia. Donde se premia un mendigo enfermo y se castiga a un
hombre rico. El rico no fue al infierno por sus riquezas, sino por su egoísmo, no alimento a Lázaro, no le permitió entrar en su casa, ni cuidó de su salud a pesar de tener muchos bienes fue  un hombre duro de corazón. 
La cantidad de dinero que tengamos no es lo más importante sino la forma en la que lo usemos. Debemos aprender a ser compasivo y misericordiosos con el más débil porque seremos recompensado en el cielo como lo fue Lázaro, él fue menospreciado
en la tierra por su condición física más fue exaltado en la presencia de Dios. Cuando en una persona habita la gracia de Dios, entonces en su alma habita la presencia del Espíritu Santo. Cuando las pasiones y los remordimientos de conciencia agobian a la persona entonces sufren como los pecadores esta historia resalta la existencia temporal de nosotros aquí en la tierra cuando morimos nos enfrentamos al
juicio eterno de Dios. El rico fue al infierno por su entrega a los placeres del mundo sin buscar ni creer en Dios, hubieron profetas que le hablaron de Dios pero él no quiso escucharlos, pensó que lo tenía todo y no necesitaba de Dios. Dios nos da muchas oportunidades para que seamos salvos y nos acerquemos a él. Pero si no escuchamos su llamado tenemos que sufrir las consecuencias de nuestra desobediencia por la eternidad. La palabra dice que la paga del pecado es muerte más la dádiva
de Dios es vida eterna en Cristo Jesús.     (Romanos 6:23)

Leamos la Historia en Lucas 16:19-31 Reina-Valera 1960 (RVR1960)

El rico y Lázaro

19 Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez.
20 Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas,
21 y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas.
22 Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado.
23 Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.
24 Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama.
25 Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado.
26 Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá.
27 Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre,
28 porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento.
29 Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos.
30 Él entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán.
31 Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos.


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